Archivo mensual: octubre 2013

Los mensajes y yo

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Como receptor, atento a lo que ocurre en la pantalla, debo saber que el medio televisivo me envía mensajes cargados de “buenas” o “malas” intenciones. No existen mensajes neutros. Pero, en definitiva –aunque parezca extraño- yo construyo el mensaje porque escucho lo que quiero o puedo escuchar, y miro lo que quiero o puedo mirar. En todo momento, lo relaciono –consciente o inconscientemente- con lo que es mi vida cotidiana. Pero, en este momento de mi vida, soy lo que mi propia historia personal ha hecho de mí mismo. Soy mi historia: lo que he llegado a ser con el paso del tiempo y bajo el peso de mis experiencias. Yo capto contenidos que otros no captan. Como las imágenes que fluyen sin pensar en la pantalla, mi corazón tampoco cesa de sentir ni mi mente de… -según aquello de que la razón tiene corazonadas que el corazón desconoce. En consecuencia, los efectos que en mí produce cualquier mensaje televisivo, bien pueden ser totalmente diferentes a los que quisieran producir los otros –ésos que están allá-. Y, por supuesto, serán diferentes también a los que “produce” en un teleadicto obrero o campesino.
Medio masivo, la televisión llega a personas, aunque Salvador Dalí haya opinado que “es el medio más eficaz para la cretinización de las masas, un basurero de lujo, una jaula para mediocres.” Puede ser. Pero yo prefiero considerarla como medio de transporte: pariente próximo del automóvil o de un avión, que traslada mi mente a otras realidades, a otros tiempos, a otros lugares, reales o imaginarios, novelizados o extraídos de las rudas experiencias vividas día tras día. Ni mis ojos ni mis oídos pueden viajar donde la televisión me lleva. Por esta razón, la función esencial de este medio –posiblemente masificador- sigue siendo la de hacer ver otros mundos, otras culturas, otros ritmos, otros mitos. Y, por lo mismo, no es de lamentar que es este medio exista, así como tampoco lamentamos el descubrimiento del automóvil, del autobús, del avión o del helicóptero, a pesar de los accidentes diarios, de los “avionazos” siempre trágicos, de la contaminación o de los bombarderos.
Michel, Guillermo. Para leer los medios. Prensa, radio, cine y televisión.

 Anota dentro del paréntesis la letra que corresponda a la respuesta correcta.

1. ( ) El perceptor es aquel que…
a. Emite los mensajes.
b. Recibe los mensajes.
c. Anota los mensajes.

2. ( ) Según el texto, detrás de todo mensaje podemos distinguir…
a. Un conocimiento.
b. Una idea.
c. Una intención

3. ( ) Los mensajes de la televisión tienen una fuerte relación con…
a. Uno mismo.
b. La vida cotidiana.
c. Nuestra propia historia.

4. ( ) Los efectos que producen los mensajes televisivos…
a. Causan lo mismo en todas las personas.
b. Cambian según la persona.
c. Son perceptibles para todos.

5. ( ) Un teleadicto es aquel que…
a. Tiene una TV en su casa.
b. Pasa muchas horas frente al televisor.
c. Ve el fútbol en la TV.

6. ( ) La TV se asemeja al avión, al autobús y al automóvil porque es un…
a. Invento del siglo XX.
b. Medio de transporte.
c. Mito contemporáneo.

7. ( ) Una TV es “una ventana al mundo” debido a que…
a. Produce una adicción.
b. Es un medio masivo.
c. Hace ver otros mundos.

Inteligencias múltiples

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Una sencilla lección que nos permitirá descubrir aspectos que desconocíamos con relación a nosotros mismos…

¡Listos para seguir trabajando!

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Sé que no he ingresado mucha información, pero andamos preparando el nuevo número de El Rompecocos. Saludos.

El Gato Zombi

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Un perro olfateaba el cesto de basura en busca de algo para comer; Juan Román, entretanto, contemplaba atónito aquella escena tan habitual como indeseable, imaginando el banquete que aquel enclenque canino se daría en pocos minutos. No obstante, una repentina trifulca callejera interrumpió la búsqueda del perro, que aulló antes de desaparecer en la agonía de la tarde. Juan Román guardó silencio. Su mirada se perdió en la lejanía por culpa de los sujetos que aparecieron en Callejón Victoria, su hogar por siete interminables semanas.

El Callejón Victoria es un pasadizo displicente y nauseabundo, famoso por ser el refugio de Juan Román, un chico sin edad y rasgos implacables; un agente federal que sucumbió una y otra vez… víctima de los engaños de Sara y “Los Malcriados,” un grupo de malhechores que importunan a los chicos de 1D, romanceros de frases como ♪ – If only you saw what I could see, you’d understand why I want you so desperatly… ♫

Pero la fortuna de Juan Román está por mudar de aires cuando sepa del Gato Zombi, un héroe jurado que le ayudará a recuperar su otrora celebridad. Sin embargo, ¿quién es este insigne minino que ahora recorre las calles de Little Rock, defendiendo a cuanto pobre cristiano lo necesite? Bueno, para conocer la respuesta, resulta forzoso que se presente el oficial Iván Magaña, quien capitalizó los deseos de Sara para maniobrar cucharitas de hidrato de carbono y gomitas ultra ácidas en enormes cantidades, otorgándole una existencia supernatural a Canica, la mascota de Ximena, la alcaldesa de la ciudad.

Cuando Ximena supo que el oficial Magaña experimentó con su adorado gatito, dos meses atrás, montó en cólera y decidió entonces organizar una operación anónima para infamar al perverso soldado, quien –además- comerciaba enormes cargamentos prohibidos de azucaraditas. Para lograr su objetivo, la alcaldesa llamó al Doctor Pelusa.
-¡Reclamo justicia para Canica, doctor! –gruñó Ximena.
-No se preocupe, mi distinguida alcaldesa, entiendo su irritación y créame que le ayudaré en todo lo que sea necesario. Mis experimentaciones son confiables gracias a que sustraje las bitácoras de Miss Jessica cuando trabajábamos en Chicles Bomba. –respondió aquel traidor.
-¿Está seguro que podrá restituir la condición de mi gato? –preguntó la alcaldesa visiblemente descompuesta.
-¿Seguro? Bueno, eh, mmm… -musitó el doctor.
-¡Basta! ¡No deseo hablar más con usted! –refunfuñó la pequeña alcaldesa.

De vuelta al callejón, Juan Román buscaba algo que comer cuando, de pronto, una discusión llamó su atención. Eran Marco, Emiliano y Alexis, miembros del Escuadrón Delta –una división oficial que Ximena utilizaba para “eliminar” a sus enemigos. Un batallón que se especializaba en la lúgubre destreza de las cosquillas… Y es que paralizaban a sus víctimas con la ayuda de las artes marciales que aprendían de Gokú, su aparente maestro, para llevarlos después al Colegio… la infame penitenciaría de la ciudad. Muchos afirmaban que una vez que entrabas ahí, resultaba imposible escapar.

Los gritos de aquellos oficiales asustaron a Juan Román, pues estaba seguro de que se encontraban ahí por su culpa… “Esto es obra de Sara,” asumió. Pero antes de que algo ocurriera, una sombra apareció de la nada para sacarlo inmediatamente de ahí.

-¡Espera! ¿Quién eres tú? –preguntó Juan Román, tratando de observar a la persona que lo sacó del callejón.

-“En algún lugar allá afuera hay un lugar donde el recreo es lo único que importa. Las personas son más amigables, más creativas y llevan un mejor estilo de vida. Es un lugar que existe gracias a la diversión. Y no hay otro igual…” – enunció rotundamente aquella persona, evitando ser descubierta por el detective en desgracia.
-¡¿Qué dices?! ¡No entiendo nada! ¡¿Por qué no me dices tu nombre?! –gritó desesperado nuestro héroe.
-¡Apresúrate, Pech! ¡Sara y “Los Malcriados” no pueden caer en desgracia! –suplicó aquella voz oculta.
-¡¿Qué?! ¡Pero si todas mis desdichas son por su culpa! ¡¿Cómo es posible que me pidas eso?! –interrumpió Pech. ¡¿Quién eres?! ¿Por qué no descubres tu identidad?
-Soy Ariadna, la encargada de la torre del tiempo, y sólo puedo aferrarme a la idea de que tú serás el que nos salve de…
-¡¿De quién?! –exclamó Juan Román antes de que Ari desapareciera en medio de una nube.

No lejos de ahí, María Lilia se encontraba batallando para lograr una entrevista para el diario local “El Carterito.” Iba al encuentro de la súper estrella del Pop, Paulina, aplaudida por todos en Little Rock. Aquella tarde se reunirían en Café Amarelinho para discutir por qué aquella princesa renunció a las magnificencias de la corona y se transformó en un fenómeno musical sin ningún tipo de explicaciones.

Lili, como nombraban a la reportera de “El Carterito,” desconfiaba de las razones que Paulina había dado a través de un comunicado de prensa, para separarse oficialmente del Reino de la Luna, un lugar señalado por muchos como “la monarquía perfecta.” Aquella gacetillera sospechaba que Mario, el abogado, estaba detrás de aquel asunto. Su presentimiento le exigía seguir la pista hasta el final.

-¡¿Por qué tarda tanto?! ¿Qué no sabe que debo regresar a casa antes de que mamá prepare la cena? ¡Odio que mi chocolatito se enfríe! – subrayó Lili, dirigiéndose al mesero con cierto enfado.
-No esperes en vano, reporterita, ella no vendrá…
-¡¿Quién?!
-Soy Ariadna, tu amiga…
Lili intentó incorporarse pero la defensora de la torre del tiempo la paralizó con un simple gesto. “Escucha: sucesos increíblemente importantes se han puesto en marcha, y pronto tendrás que juzgar aquello que los demás han decidido ignorar.”
-No entiendo… – indicó Lili.
-Ya entenderás, créemelo.
Por un segundo, la célebre reportera pestañeó para descubrir que Ariadna había desaparecido. Atónita, Lili extendió su mano para tomar un objeto que repentinamente apareció en la mesa, junto al vaso de agua que había ordenado cuando llegó a la cita.
-¿Una canica? –se sorprendió.

El club de los dientes rotos

-Mi nombre es Dobbie, señor.
-¿Y cuál es tu propósito, Dobbie?

El lugar apestaba a caramelos agrios y picantes. En las paredes colgaban objetos harto desagradables: publicaciones de investigaciones alquimistas y láminas expositivas. En algunas mesas se desparramaban sustancias altamente tóxicas, capaces de herir a quien las tocara. Los chispazos que se producían por el mal estado de la instalación eléctrica, abominaban el cuarto.
-Ha transcurrido un día desde que desapareció. Estoy seguro de que está aterrorizado. – imaginó el Doctor Pelusa.
-No se preocupe, doctor, yo me encargaré de encontrarlo… -aseguró Dobbie, el justiciero.
-No, no… antes debes saber que la alcaldesa hará hasta lo imposible para castigar a Iván. Ambos enfrentarán grandísimos peligros; por ello debes encontrarlo y entrenarlo lo antes posible. Estoy seguro de que el Escuadrón Delta ya está fisgoneando por ahí, esperando cazar a su víctima. –sentenció el doctor.
-¿Cree que Ximena sospeche de mi existencia?
-No estoy seguro…

Y como si se tratara de una pésima secuencia de acción hollywoodense, un refulgente brillo sorprendió a nuestros amigos.
-¡Son ellos, Dobbie, son ellos! –gritó el Doctor Pelusa.
-¡Tiemblen, sinvergüenzas, nadie escapa de los fortísimos combatientes del Escuadrón Delta! – vociferó Emiliano, líder del grupo.

Animado, Dobbie se lanzó contra sus enemigos, arrojándoles diminutos perdigones de chicle con extraordinaria precisión. Paralizados, Marco, Emiliano y Alexis cayeron presa del ataque del subalterno del Doctor Pelusa. Como resultado de la agresión, los estallidos provocaron roturas en todo el laboratorio, maximizando el peligro de una explosión mayor. Y es que los movimientos de nuestro pequeño protagonista asombraron a sus opositores, quienes buscaban una oportunidad para recuperarse…

-¡Apresúrense, amigos, no podemos desaprovechar nuestro número! –exclamó Marco al tiempo que activaba su escudo defensor.
-¡¿Cómo es posible que él sea capaz de inmovilizarnos?! –preguntó Alexis.
-¡No lo sé, pero les aseguro que esto se acabó! –sentenció Emiliano.

De repente, Emiliano activó el dispositivo de su brazal para lanzar una fosforescencia que enturbió los sentidos de Dobbie, causándole un doloroso tropezón. Cautos pero veloces, los tres integrantes del escuadrón ataron al protector de los indefensos. Entristecido, el doctor observaba la escena a lo lejos.

-¿Y bien? –preguntó Emiliano con un tono burlón.
-¡Nadie es capaz de superarnos! –secundó Alexis, dirigiéndose a Marco, quien fijaba su mirada en una de las mesas arruinadas por la batalla.
-¿Qué sucede, Marco? ¿Por qué no celebras con nosotros? –inquirió Alexis.
-Algo está terriblemente mal… -sentenció Marco con visible intranquilidad. El doctor se esfumó sin que pudiéramos advertirlo, pero lo que más alarmante es que el ambiente se siente nauseabundo, como si anunciara una tragedia…

Los compañeros de Marco se observaron por un instante, tratando de comprender la situación; pues a pesar de la aparente victoria, el escuadrón se sentía acechado por una amenaza de formidable señorío.

-¡Estás bromeando, Marco! –replicó Alexis, tratando de reanimarme a sí mismo. ¡Nadie podría contra el Escuadrón Delta!…

Pero Marco no bromeaba, pues en uno de los cuartos próximos al salón principal, donde se había llevado a cabo la batalla, se encontraba un autómata de tamaños gigantescos. Su nombre era Ichiro (primer hijo) y su única misión era pulverizar a los numerosos enemigos del Doctor Pelusa. Equipado con la más alta tecnología, aquel androide era capaz de echar abajo cualquier edificación en cuestión de minutos. Su creador, el Doctor Achú, sospechaba que en alguna oportunidad, Ichiro acarrearía infortunios para los habitantes de Little Rock, por lo que eligió entregárselo a un grupo de técnicos para que lo apagaran.

Sin embargo, Ichiro tropezó con sujetos que lo manipularon para conseguir autoridad gubernamental. Las personas los apodaron de incontables maneras, todas ellas con el firme propósito de desacreditarlos. Pero nada lograron porque el malévolo robot asustó al Sabio Consejo, que terminó por entregarle el poder a Ximena, la actual alcaldesa.

Mientras tanto, Juan Román había abandonado Callejón Victoria para dirigir sus pasos hacia el ayuntamiento, ya que imaginaba que ahí encontraría información relacionada con Sara y “Los Malcriados;” información que le serviría para resolver el misterio que rodeaba su desgracia.